viernes, 20 de agosto de 2021

...Y al loco lo que es del loco (...Y a la divinidad lo que es de la divinidad)

EVITEN LLAMAR 'LOCO' A QUIEN NO DEBERÍAN LLAMAR DE ESA MANERA...

El psicópata se caracteriza por ser extremadamente cuerdo, "realista", socialmente hábil, embaucador, presidente/líder de la república/corporación/secta.










(Dejo adrede todo este espacio entre uno y otro)












En fin, hay un abismo entre el loco, encarnación de la divinidad 
 |  y el psicópata, miasma de lo mundano.

Entonces, por favor, eviten poner al psicópata en en el mismo lugar del loco, eviten llamar 'loco' al que solamente es despreciable, aborrecible psicópata.

Gracias.

martes, 10 de agosto de 2021

viernes, 6 de agosto de 2021

La revelación del dios Cóndor (inédito)


Y vi al Gran Cóndor posarse sobre el punto más alto de la Cordillera; allí, de cara al sol, levantó sus alas por sobre su cabeza y una sombra cubrió el mundo para que allá abajo hiciera cada quien su parecer. Una vez que se entendió que la oscuridad se mantendría, el hurto y el asesinato comenzaron a extenderse y los refugios proliferaron. Así pasó un tiempo que nadie pudo contar.

Bajo tierra, y apenas sustentado por raíces, un hombre resolvió dirigirse al Gran Cóndor, pues sabía, como todos sabían, que el dios había renegado de los hombres de esta tierra. También sabía el hombre que, a esta altura, en que hurto, muerte, refugio y sustento se habían distribuido ya, nadie se empeñaría en nuevas atrocidades. 

Fueron incontables las jornadas, incontables las heridas que sufrió el hombre para allegarse a la cima de la Cordillera; sin embargo, la sola visión del Gran Cóndor, que daba la espalda, le devolvió el aliento cuando estaba cerca de morir. El hombre habló entonces al Gran Cóndor de este modo:

— Sé que desde hace mucho te hemos olvidado en nuestras oraciones, en nuestras acciones, pero vengo a suplicarte que nos perdones.

— ¿Así que te cansaste de andar escondido?—, preguntó el Gran Cóndor, sin volverse a mirar.

— No me escondía, Señor, solamente intentaba cuidar de mí.

— Has venido para que vuelva a dejar pasar la luz del sol, con lo que podrás identificar a los que te roban y te matan y así vengarte de ellos, ¿verdad?

— No, Señor, no quiero cobrar venganza; solo quiero vivir tranquilo y que se me devuelva lo que me pertenece.

— ¿Y qué hay con las vidas que fueron robadas? Esas no te las van a devolver. Dime: ¿cómo piensas cobrarlas?

— No lo sé, Señor… no sé si cobrar vidas sea cosa propia de un hombre…

— ¿Y por qué no cobras las vidas robadas descontando las vidas de quienes las robaron? En fin de cuentas, ellos hicieron el mal…

— Porque entonces, Señor, quienes robaron las vidas morirían en la maldad. Aún creo que ellos podrían ser algo distinto.

El Gran Cóndor miró de reojo al hombre y dijo:

— Está bien… permitiré que la luz del sol vuelva a llegar hasta abajo, pero debes jurar aquí y ahora que harás todo cuanto te ordene, y tú sabes que puedo saber si estás mintiendo. ¿Qué dices?

— Haré lo que mandes, Señor, lo juro.

— Pues entonces, este es mi designio para ti y para todos aquellos que, como tú, fueron dañados; escúchalo bien porque no voy a repetirlo: deberán cuidar de los ciegos como si se tratara de sus propios hijos.

Dicho esto, El Gran Cóndor alzó el vuelo en silencio.

Allí, abajo, se descubrió una tierra en ruinas, cubierta por cadáveres y huesos de hombre confundidos con huesos de animales. Al resurgir violento de la luz, los hombres que allí abajo apilaban los restos, tiraron sus piedras filosas y botines para llevarse las manos a los ojos en un alarido: acostumbrados a las tinieblas, se habían quedado ciegos al inesperado resplandor del nuevo sol.

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