sábado, 13 de marzo de 2021

Microcosmos en forma de microfútbol (tercera parte - final)

Habíamos dicho en la primera parte de esta entrega que, para la fecha en que se dio la final del campeonato intercursos que vengo relatando, yo contaba con 14 años y llevaba tiempo de estar asimilado a la franja gris del salón, al punto de que había sido despojado de mi nombre, pues ese año llegó al curso otro adolescente, de nombre Andrei. Con la llegada de Andrei, entonces, mi nombre comenzó a fluctuar entre Andrew y Andrei; en el 50 % de las ocasiones éramos intercambiables. 

¡Pero yo no era Andrei, yo era Andrew! Sabía que era un gris, pero, como dice John Proctor,  protagonista de Las brujas de Salem (de sus siglas en inglés The Crucible): 

"¡DÉJENME [CONSERVAR] MI NOMBRE!".



Me molestaba que me llamaran Andrei, porque, en cierta forma, esto implicaba para mí que no veían la insoslayable diferencia entre ese poco agraciado niño campechano y el sofisticado y bello espécimen que me creía en ese (y en este) tiempo. 

De Andrei se burlaban muchos, de su acento regional, de sus dientes salidos y de su occipital un poco más pronunciado de la cuenta, de acuerdo con los estándares frenológicos implícitos en la mentalidad de unos adolescentes de la década del noventa. 

Algunos se burlaban de Andrei de frente; yo me burlaba a sus espaldas* y me daba aires de superioridad a sus expensas, pero evitaba que se diera cuenta, porque éramos aproximadamente de la misma estatura y se le veía que tenía la consabida "mano pesada" que se le atribuye a personas del departamento del país del que provenía Andrei. En mis cálculos podía perder una pelea con Andrei, y esto me habría sumido para siempre en el foso de los perdedores irredentos, de modo que opté por hacer buenas migas con Andrei, aunque siempre mantuve en mi trato hacia él algo de condescendencia. 

Aclaración: todos estos prejuicios que expongo y confieso corresponden a mi yo de 1995 y no recuerdo a un solo compañero o a una sola compañera que no los compartiera, al menos en alguna medida. Lo lamento, de ahí venimos.

¿Y qué hay con la final de microfútbol que nada que acabo de contar? ¿A qué viene tanta etnografía del clasismo y regionalismo del momento? Paciencia.

Como habíamos dicho en la primera parte de esta entrega, Andrei se incorporó al equipo de microfútbol de 9A. 

Como habíamos dicho en la segunda parte de esta entrega, el partido se fue a penaltis.

Y Andrei era el arquero de nuestro equipo...

Antes de llegar a los penaltis, recordemos las características más importantes de las dos nóminas que se enfrentaron en esta final: engreídos y adinerados de décimo vs. repitentes, drogos, provincianos y grises de 9A (mi curso). 

¿Acaso nos encaminamos hacia un final hollywoodense en que se cumplirá aquello que dice la Escritura de "y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es (Cor. 1:28)"? 

Primer penalti

Quiso el hado que la ejecución del primer penalti correspondiera a mi equipo; lo cobró el estudiante del que hablé en otra entrada de esta serie, a saber "El líder negativo". 

¡Gol!

Patea ahora uno de décimo: ¡gol!

Segundo penalti

Patea ahora uno de 9A: ¡Gol!

Patea ahora uno de décimo: ¡Gol! 

Tercer penalti

Patea ahora uno de 9A: ¡Gol!

Patea ahora uno de décimo: ¡Gol!

Cuarto penalti

Patea ahora uno de 9A: ¡Gol!
Patea ahora uno de décimo: ¡Gol!

¡Quinto penalti!

Patea ahora uno de 9A...

Silencio

Silencio
 
¡Gol! ¡Gol! 
¡Goooooooooooool!
¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool!
 
Pero, un momento, no cantemos victoria, aún falta que patee el último penalti uno de los hp de décimo...

Estamos en manos de... ¿de quién?

Sí, estamos en manos de Andrei.

El coro empieza como un rumor, va in crescendo; todo 9A corea un solo nombre:

¡Andrei, Andrei, Andrei!

¡AndreiAndrei, Andrei!

¡Andrei, Andrei, Andrei!


Miro fijamente a Andrei y, por un instante, dejo de ser Andrew... En ese instante ya no reclamo mi nombre, ya no pido que al menos me dejen conservar mi nombre, ya no más "¡LEAVE ME MY NAME!", no... En ese instante 

Yo soy Andrei
Todo 9A es Andrei


El estudiante de décimo toma impulso para cobrar el último penalti... 

El estudiante de décimo patea el último penalti... 

¡Y 9A es ahora un solo corazón que explota!

¡Ganamos! 
¡Ganamos!
¡Ganamos! 
¡Somos campeones!    

¿Logró Andrei atajar este último penalti o acaso el pobre diablo de décimo no pudo con la presión y lo erró? No pienso responder a estas preguntas...

Lo cierto es que todos los de 9A nos apresuramos a formar un círculo en nuestro abrazo. Por un instante fuimos hermanos. Saltábamos con una coordinación perfecta durante un instante de verdadera felicidad. 

Aun en el presidio el fútbol también puede ser felicidad.

Gracias, queridos compañeros, queridos hermanos.

Fin
  
* En este caso se dice "espaldas" en plural. Por favor, no se vayan a mandar hipercorrecciones, que quedan muy orto-gráficos https://twitter.com/RAEinforma/status/1044143724131946496 

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