miércoles, 14 de abril de 2021

Yo televidente en los 90 - Series animadas - # 9 El siguiente programa o de lo que son capaces los colombianos

El tiempo. La percepción del tiempo. Nuestra percepción del tiempo varía con el paso del tiempo mismo. Me atrevo a afirmar que, en la percepción de mis contemporáneos, median algo así como unos ¿quince años? entre la década del 90 y este presente; ni qué decir de la primera década del milenio: una persona nacida en el 2002 —por poner una fecha— ha de tener ahora unos ¿seis años? Quizá esto solamente me pase a mí, aunque haya memes que respalden estas conjeturas temerarias. Como sea, dada la proximidad en el tiempo, en esta temporada dedicada a las series animadas de los años 90 evitaré entrar en detalles de la trama, descripciones de los personajes, etc.; en su lugar, optaré por la concisión y trataré, casi de forma exclusiva, de lo que estos programas de televisión significaron para mí en su momento, qué le revelaron al preadolescente y al adolescente de entonces, qué idearios, ilusiones o patrones de conducta alcanzaron a implantar en su mente en formación. 



# 9 EL SIGUIENTE PROGRAMA O DE LO QUE SON CAPACES LOS COLOMBIANOS

El siguiente programa me demostró cuando ya había perdido la fe que los colombianos eran capaces de hacer un programa de dibujos animados.

Así es: hasta ese punto de la historia del país, y de mi vida (1997), Colombia no había producido una sola serie de dibujos animados. 

La televisión, hasta ese momento de mi vida, fue tan importante para mí que incluía la producción de programas de dibujos animados como indicador de relevancia internacional de un país. De hecho, ya a esa altura, adolescente, conocía algo del proceso de producción de las series de dibujos animados y entendía que en Colombia, simplemente, no había condiciones... Ya para ese momento había perdido la esperanza de ver en pantalla un programa de dibujos animados creado por colombianos, con temas colombianos y voces colombianas; la producción de dibujos animados era algo de los países grandes, poderosos, lukeros y, sí, desarrollados (por favor, no caer en anacronismos, en ese tiempo se usaba el término 'subdesarrollo' y cierto país encajaba en todos los indicadores de esa clasificación).  


Por supuesto que hubo algo de dibujos animados hechos por colombianos en Colombia antes de 1997, cositas de menos de un minuto, algunas animaciones muy lindas: gorgojo de marca de tríplex, maguito de marca de lápices de colores, niño en el colegio que canta el jingle de las bolitas de colores de maíz-cartón. Lindas, sí, hermosas, artesanales, todo el mérito a los colombianos que, como buenos colombianos, hicieron esas animaciones "con las uñas", pero lo cierto es que ¡no eran series de dibujos animados! ¡Y yo quería ver una serie de dibujos animados, con capítulos de media hora, hecha por colombianos!   




Aunque parezca poco, eso fue lo que El siguiente programa significó para mí: la prueba de que los colombianos eran capaces de hacer un programa de dibujos animados. 

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Por favor, que nadie me vaya a salir con que hay varios argentinos en la producción de El siguiente programa; sí, los hay, pero esos ya son locales, no caigamos en semejante cerrazón, gracias. Saludos a mis amigos y amigas de Argentina: se les quiere mucho. 
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¿Y eso es todo? Sí, eso es todo lo que este programa de "dibujitos para grandes", al menos a mis ojos de adolescente, representaba por sí mismo; quiero decir que todo lo que me mantuvo cautivo como fervoroso televidente de El siguiente programa fue lo que ya me habían ofrecido sus antecesores: La tele, especialmente su primera versión de 1993, aunque también la versión en radio y la segunda versión de televisión.

¿Y qué me había ofrecido ya La Tele, qué era eso que El siguiente programa replicaba, solo que ahora en formato de serie de dibujos animados?

- Fascinación por las palabras, por la lexicografía
- La consciencia de que había veneno verbal y podía usarlo (y comencé a usarlo)
- La engañosa pero placentera sensación de ser mejor que los demás porque comenzaba a leer libros y entendía algunas referencias "cultas".
- Algunas canciones que aún considero geniales ("Qué orgulloso me siento de ser colombiano", "Campesina de la cañada")
- La procacidad (el jingle de "El Arauca vibrador" es una de sus salidas más ignominiosas) 
- Ídolos a los que consideraba brillantes, cultos, sagaces, valientes e implacables, a pesar de ser colombianos. Sí, yo quería ser como ellos, tener un poco del uno y del otro.
- Osadía (así lo veía en mi adolescencia). Dijeron 'gonorrea' en televisión cuando esta era una palabra proscrita en medios.

En fin, El siguiente programa me demostró que los colombianos eran capaces de crear y mantener por ¡92 capítulos! una serie de dibujos animados que lograba complacer tanto a mi lado intelectualoide como a mi lado gaminoide y eso, al menos por momentos, hizo feliz al desasosegado adolescente que todos los miércoles frente al televisor esperaba con ansia a que dieran las diez de la noche y se estremecía de emoción al escuchar: "Las situaciones, nombres y lugares descritos en este programa...".  

Cuenten qué significó El siguiente programa para ustedes, mis iguazos.

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