(con fecha original de jueves, 10 de abril de 2008)
Para que nadie lo matara al encontrarlo, puso Dios una marca sobre la frente de Caín. A Juan Roa Sierra, apenas un niño de poco más de veinte años, lo sorprendió una Furia y lo despedazó sin permitirle una palabra.
Jamás se sabrá si el niño acorralado en una farmacia y que, decían, temblaba como un ratón, era Caín, que de nuevo mataba a su hermano. Sin embargo, la Tierra, que conoce de sismos pero no de división, ha pedido Justicia desde entonces por la sangre del uno y la del otro, y por la sangre del uno y la del otro, y por la sangre del uno y la del otro…
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