Estoy acostumbrado a ciertas sombras. Si encuentro a cada una en el que creo su lugar de la casa, poco me inquieta que haya sombras y que una de ellas sea mi propia sombra.
Mi sombra, por cierto, evita parecerse a la indecisa imagen que le atribuyo; se encoge, se alarga, se difumina, juega a despistarme. Cree mi sombra que puede despistar a alguien.
Precisamente porque te engañas a ti misma, eres mi sombra.
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