miércoles, 20 de enero de 2021

Yo televidente en los 90 - Series animadas - # 8 El mundo de Bobby o "Los débiles (que miran series infantiles) deben perecer"

El tiempo. La percepción del tiempo. Nuestra percepción del tiempo varía con el paso del tiempo mismo. Me atrevo a afirmar que, en la percepción de mis contemporáneos, median algo así como unos ¿quince años? entre la década del 90 y este presente; ni qué decir de la primera década del milenio: una persona nacida en el 2002 —por poner una fecha— ha de tener ahora unos ¿seis años? Quizá esto solamente me pase a mí, aunque haya memes que respalden estas conjeturas temerarias. Como sea, dada la proximidad en el tiempo, en esta temporada dedicada a las series animadas de los años 90 evitaré entrar en detalles de la trama, descripciones de los personajes, etc.; en su lugar, optaré por la concisión y trataré, casi de forma exclusiva, de lo que estos programas de televisión significaron para mí en su momento, qué le revelaron al preadolescente y al adolescente de entonces, qué idearios, ilusiones o patrones de conducta alcanzaron a implantar en su mente en formación. 



# 8 EL MUNDO DE BOBBY O "LOS DÉBILES (QUE MIRAN SERIES INFANTILES) DEBEN PERECER"

Previously en Yo televidente en los 90 había mencionado que con Los simpson(s) descubrí (a mis 11 años) que había dibujitos que no eran para niños, de manera que ese era el tipo de serie que quería ver en adelante, porque yo, que comenzaba el bachillerato, ya no era un niño.

Pasó algún tiempo y me convertí... en un niño de 13 años... 

Sí, a esa edad me gustaban las series animadas para "grandes", pero seguía viendo algunos de los muñequitos de mi infancia que todavía transmitían y le guardaba cariño a algunos que no volvieron a transmitir.

El mundo de Bobby se comenzó a emitir en Colombia cuando contaba mis 13 años. Hasta donde sé, fue un fracaso en el país.

A mí me encantaba El mundo de Bobby, pero tuve que reservarme esta afición, pues mis contemporáneos tildaban a la serie de "infantil". Alguna vez, emocionado por algún capítulo de El mundo de Bobby, quise compartir la experiencia con mis colegas de barrio y obtuve por respuesta un categórico: "Nah, eso es para niños; es muy infantil". 

La serie, en efecto, era infantil; sin embargo, lo que mis hormonados contemporáneos querían decir con este término era algo así: un joven espécimen de macho humano que a los 13 años vea una serie "infantil" es débil y, en consecuencia, debe perecer.

Los débiles deben perecer...

Es cierto que a esa edad me encantaban las series de acción, violentas, con escenas de elaborado sadismo, pero a mi yo de 13 años también le podía gustar una serie que busca mostrar la forma en que otro niño, más pequeño, de 3 o 4 años, se representa el mundo. 

El mundo de Bobby es una serie que nos muestra el mundo a través de los ojos de su protagonista, un niño con desbordante imaginación, como la mayoría de los niños. Cada capítulo de la serie es, entonces, una aventura que se desencadena a partir de una situación cotidiana: limpiar el cuarto se convierte en una expedición a antiguas ruinas; recorrer el patio es luchar por la supervivencia en la jungla; tener un walkie-talkie equivale a contar con una estación de control de misiones espaciales, etc.

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Para quienes ya estén haciendo un inevitable paralelo con otro personaje (maravilloso personaje), aclaro que en ese tiempo no conocía a Calvin y Hobbes, de manera que El mundo de Bobby me parecía bastante original; aunque, tengo que decirlo, me recordaba otra serie de mi infancia que mencionaré un poco más adelante.

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Decía que a mi yo de 13 años le podía gustar una serie como El mundo de Bobby; no obstante, mi yo de 13 años era también un protohumano que quería encajar y cedía a la presión de grupo para asimilarse mejor a la grey. De esta forma, con el paso de los años, ya creyéndome grande, comencé a despreciar, por ejemplo, a Los cariñositos, porque mis contemporáneos los despreciaban. En resumen: comencé a despreciar toda serie que contuviera eso que llamamos "ternura", porque mis contemporáneos así lo decretaban. Este desprecio, aclaro, terminaba siendo sincero después de un tiempo, realmente me iba asimilando paulatinamente al cardumen. En fin de cuentas, era ley que los débiles debían perecer, de modo que, no solamente expresar, sino incluso sentir predilección por algo tierno era síntoma inequívoco de debilidad.

La pregunta, entonces, es: ¿por qué no ocurrió lo mismo con El mundo de Bobby, una serie que ningún conocido veía? ¿Por qué, en mi fuero interno, no se había dado completamente el ajuste a la desalmada mentalidad del joven rebaño? ¿Acaso era yo un ser excepcional que se estaba rebelando en secreto, un "despierto"? 

Creo haber dado con la respuesta mientras iba escribiendo este capítulo, y aquí me voy a permitir hablar desde el diván.

Me gustaba El mundo de Bobby porque, en líneas generales, se parece muchísimo a los Muppets babies, serie de mi infancia que se dejó de transmitir cuando aún cursaba Primaria. Probablemente, ver El mundo de Bobby me permitía mantener un vínculo con mi infancia... pero esta, ya lo sé, no es exactamente una confesión de diván.

Esta es mi confesión de diván, nacida de la ternura que me inspiraba la serie:

Creo que me gustaba El mundo de Bobby porque soy hijo único; de forma inconsciente, me representaba al protagonista como mi hermano menor.

Como se ve, no hay debilidad en la ternura.

¿Alguien vio El mundo de Bobby aunque estuviera "mayorcito" para la serie? ¿Alguna idea acerca de por qué no tuvo éxito en Colombia (de hecho, hasta donde sé, podría decirse que fue un total fracaso en el país)? 

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