Tras un desglose de ciento ochenta minutos de los factores históricos, sociológicos e ideológicos implicados en una afirmación que, tres minutos después, será presentada así en twitter y en las tres revistas más independientes del mundo occidental: "Las grandes corporaciones ahora van por el agua. N.Ch.", Avram Noam Chomsky pasa a la firma de libros.
—I admire your work, Mr. Chomsky- le dice un joven de poblada y cuidada barba que viste una camiseta con su efigie "intervenida" al pasarle un libro para su firma.
"¡'ta madre! —piensa Chomsky— ¿Por qué solo me siguen estos culeros?... A huevo que cuando era lingüista ni me leístes ni de mí escuchastes. Se podría generar una infinita cantidad de construcciones sintácticas para decir que eres pendejo... Ya valí madres... Y tener que seguir haciéndole al gringo para que no me ningunéen...".
Así es: Chomsky es mexicano, y esta es la verdadera razón por las que es, ante todo, un lingüista excepcional.
—Cool, thank you— responde con su voz grave y una sonrisa poco natural. Le devuelve autografiado el libro.
"Cool... ero".
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