sábado, 1 de agosto de 2020

Nadie quería ser enviado a donde "la culebra"




En la década de 1980, los profesores, incluso los de los parvularios, podían fumar tranquilamente en las aulas. Así recuerdo, con un cigarrillo en los labios y su característico gesto de amargura, a mi profesora de Prekinder y Kinder, a quien bien podría llamar "Martha, la desalmada"... Lo cierto es que he madurado, y ya no juzgo a esa vieja inmunda.

Cuando estábamos demasiado inquietos, Martha nos amenazaba con llevarnos a donde "la culebra". Nunca me llevaron allí, pero siempre me causó curiosidad saber qué era eso de "la culebra"; en mi desbordada imaginación infantil me representaba un ser de dimensiones monstruosas.

Un día, no recuerdo cómo ni por qué, uno de los compañeros más inquietos me fue llevando por los corredores del presidio de párvulos hasta que dimos con un cuarto oscuro, donde se hallaban varios frascos, llenos de líquido (formol, pero eso no lo sabía entonces), dentro de los que se encontraban suspendidas diferentes criaturas. ¡Y entre ellas había en realidad una pequeña serpiente!

El compañero me dijo, en voz baja y temerosa: "Vea, esta es la culebra". Salí corriendo, atemorizado, de ese tétrico cuarto oscuro.

Lo que me inquieta ahora no es que el lugar contara con este "museo" macabro, pues podría servir a algún propósito de aprendizaje, sino que conjeturo que, en algún momento, las profesoras hicieron un acuerdo tácito: "Niño que esté jodiendo de a mucho, niño que llevamos al cuarto y lo espantamos con la culebra".

¿Estamos ante un caso de "aprendizaje basado en la experiencia (traumática)"?

 


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