sábado, 1 de agosto de 2020

Yo televidente en los 90 - Series animadas - # 3 El conde Pátula: humor negro y humor invisible en los muñequitos


El tiempo. La percepción del tiempo. Nuestra percepción del tiempo varía con el paso del tiempo mismo. Me atrevo a afirmar que, en la percepción de mis contemporáneos, median algo así como unos ¿quince años? entre la década del 90 y este presente; ni qué decir de la primera década del milenio: una persona nacida en el 2002 —por poner una fecha— ha de tener ahora unos ¿seis años? Quizá esto solamente me pase a mí, aunque haya memes que respalden estas conjeturas temerarias. Como sea, dada la proximidad en el tiempo, en esta temporada dedicada a las series animadas de los años 90 evitaré entrar en detalles de la trama, descripciones de los personajes, etc.; en su lugar, optaré por la concisión y trataré, casi de forma exclusiva, de lo que estos programas de televisión significaron para mí en su momento, qué le revelaron al preadolescente y al adolescente de entonces, qué idearios, ilusiones o patrones de conducta alcanzaron a implantar en su mente en formación.



# 3 EL CONDE PÁTULA: HUMOR NEGRO Y HUMOR INVISIBLE EN LOS MUÑEQUITOS

El Conde Pátula me mostró que el humor negro también tenía lugar en los muñequitos.

Recuerdo que Igor, el mayordomo, cada tanto instigaba a su amo a entregarse a la crueldad; el tono de sádica fruición en su voz se me quedó grabado: “Amo, ¿le apetece torturar a alguien en el sótano del castillo?”. “¡Por favor, Igor!”, respondía Pátula, asqueado.

Pasados muchos, muchos años, caí en cuenta de que Igor es un buitre. Tal vez es uno de los personajes más ladinos de las series animadas de entonces. Me encantaba Igor.

La serie, hasta donde recuerdo, es bastante inconsistente, y parece que en televisión nacional pasaron los mismos diez capítulos por unos dos años. 

La voz del narrador es insuperable en el intro, pero también en el preámbulo de cada capítulo, lo mismo que en ese estremecedor cierre: “Y recuerden: sonrííííaan” (Carcajada macabra). 

El carácter extremadamente sobreprotector de Nana me parecía exasperante en ese tiempo; ahora me inspira ternura. 

Nunca entendí los chistes de los personajes del reloj; creo ahora que la tarea de doblaje de esa parte es bastante difícil. Los encargados hicieron lo mejor que pudieron y, de seguro, en su original los chistes han de ser tan flojos como en su versión en doblaje latino. De esta manera, digamos que El Conde Pátula también exploraba el humor invisible, porque por ninguna parte se le veía lo chistoso a esa escena del reloj, si bien tiene su papel en la estructura narrativa del capítulo. 

Me gustaba la animación de los créditos, especialmente la canción: ♪♫Si tus huesos… y tus dientes… Tiene algo que ver con ¡Pátula!♪♫; sin embargo, la parte de la animación en que salen una especie de gusanos de la cabeza de alguien (♪♫…y pierdes la razón♪♫) francamente me resultaba perturbadora; de hecho, desviaba la mirada en esa parte. 

El Conde Pátula me mostró a esa edad que la historia del vampiro, tan fija en sus convenciones, podía explorarse con gran libertad (pero con esto, aclaro, no le otorgo ningún aval a Crepúsculo): un pato-vampiro vegetariano que vive en un castillo que es una máquina del tiempo. Al final es cierto que ♪♫no hay un vampiro igual al Conde ¡Pátula!♪♫ 

¿Encontraron algún hilo narrativo en El Conde Pátula? ¿Esperaban el nuevo capítulo para saber qué pasaba o simplemente se tropezaban con algún capítulo y lo veían? ¿Se atreve alguien, sin youtubiar, a compartirnos de memoria una transcripción de ese fascinante intro (“El castillo Pátula ha albergado durante varios siglos…”)? 

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