Sin albedrío
no puede darse el deseo
por cumplido.
Así, es la fantasía
carrusel de imágenes
que uno mismo echa a andar.
En su movimiento
cobra vida todo deseo,
vida cierta,
salvo porque uno solo
―quien la crea―
en todo la gobierna.
Es la fantasía mayor,
la irrealizada,
que nuestras criaturas,
irreales,
realmente
nos amen.
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