Nos enteramos de que el "héroe" del colegio, W..., un muchacho "entrado en años" para estar en grado once, fumador y protagonista de varias leyendas, sería expulsado.
G..., la primera —y tal vez la última— activista que conocí en mi vida nos informó de la situación: la expulsión del viejito era irrevocable, a menos que...
Al siguiente día todos los del curso llegamos (con excepción de los lambones de siempre) sin útiles escolares. Ante los reclamos de la profesora que tuvo que enfrentar a la primera hora esta "rebelión", G... tomó la vocería y declaró nuestro propósito: no permitiríamos que W... fuera expulsado y consecuentemente recluido en el geriátrico.
La profesora escuchó, no se alteró, salió un momento del salón, seguramente para consultar con sus colegas, y volvió con la siguiente notificación: todos tendríamos cero en todas las materias que se vieran en el día.
G..., valientemente, se puso de pie y, con cierta solemnidad, se manifestó así:
— Yo soy la responsable, yo propuse que hiciéramos esto; póngame el cero solo a mí.
La profesora, sin inmutarse, le respondió:
— Cada uno de ellos decidió hacerle caso: todos los que no trajeron los útiles deben responder.
Comenzamos a cruzar entre todos caras de consternación. Se hizo silencio. G..., derrotada, volvió a sentarse, solo que ahora algunos la miraban con un gesto que bien podría traducirse de esta manera: "¡Ah, sí ve!"...
Fue así como se disolvió nuestro primer y último intento de sindicalización...
Siento que, desde entonces, poco ha cambiado.
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