sábado, 1 de agosto de 2020

Nuestro primer y último intento de sindicalización




Me encontraba en grado octavo, tenía trece años y estudiaba en un colegio privado estrato tres con ínfulas de seis y recursos del uno. Este fue un año especialmente traumático para mí por situaciones familiares y por el hecho general de que, justo en esa etapa de la vida, el cerebro de flan del prospecto de humano que todos somos entonces se estaba retorciendo entre un caldo de hormonas, las primeras drogas endógenas de la sexualidad. Me revolvía, pues, en el tormento de existir, al que ahora se sumaba el de comenzar a sentir, de forma inconsciente, que en nosotros se agita la posibilidad de traer a este parque de diversiones y matadero cósmico a otro desdichado, hecho a nuestra imagen y semejanza. 

Nos enteramos de que el "héroe" del colegio, W..., un muchacho "entrado en años" para estar en grado once, fumador y protagonista de varias leyendas, sería expulsado. 

G..., la primera —y tal vez la última— activista que conocí en mi vida nos informó de la situación: la expulsión del viejito era irrevocable, a menos que... 

Al siguiente día todos los del curso llegamos (con excepción de los lambones de siempre) sin útiles escolares. Ante los reclamos de la profesora que tuvo que enfrentar a la primera hora esta "rebelión", G... tomó la vocería y declaró nuestro propósito: no permitiríamos que W... fuera expulsado y consecuentemente recluido en el geriátrico. 

La profesora escuchó, no se alteró, salió un momento del salón, seguramente para consultar con sus colegas, y volvió con la siguiente notificación: todos tendríamos cero en todas las materias que se vieran en el día. 

G..., valientemente, se puso de pie y, con cierta solemnidad, se manifestó así: 

— Yo soy la responsable, yo propuse que hiciéramos esto; póngame el cero solo a mí. 

La profesora, sin inmutarse, le respondió: 

— Cada uno de ellos decidió hacerle caso: todos los que no trajeron los útiles deben responder. 

Comenzamos a cruzar entre todos caras de consternación. Se hizo silencio. G..., derrotada, volvió a sentarse, solo que ahora algunos la miraban con un gesto que bien podría traducirse de esta manera: "¡Ah, sí ve!"... 

Fue así como se disolvió nuestro primer y último intento de sindicalización... 

Siento que, desde entonces, poco ha cambiado.

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